Al final de la Guerra Civil Miguel Hernández fue encarcelado por la dictadura de Franco y murió en la enfermería de la prisión de Alicante aquejado de una infección pulmonar agravada por la tuberculosis con apenas 31 años.
En apenas 12 años, desde sus primeros versos hasta su muerte en marzo de 1942, Miguel encarna el grito lírico de la existencia cotidiana del hombre normal, del campesino, del hombre sobrecogido por la vida concreta. Como muestra de ello el estremecedor poema de la "Elegía a Ramón Sije":
«Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracoles
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida ,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida»
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