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sábado, 2 de abril de 2022

LA TRIANA OCULTA: MARÍA NIÑO (Mª Paz Hidalgo)

 

LA TRIANA OCULTA: MARIA NIÑO


    Como en Pedagogía se aconseja que el curriculo oculto debe ser lo menos oculto posible quiero, antes de comenzar, expresar mi deseo de que a pesar de los datos y fechas que son necesarios para informar, repito “a pesar de ellos”mi intención es conmoverlos al dibujar la silueta de la protagonista que nos ocupa, MARÍA NIÑO.

Para ello quisiera invitarles a que me acompañen nada menos que a exhumar unos restos. No pretendo asustar a nadie, los restos que voy a sacar a la luz han alcanzado ya el grado de reliquias y lo único que busco es que luzcan como las ruinas acristaladas de cualquier museo subterráneo. Son estos restos una parte de la historia del suelo que pisamos en este momento. Es decir, la Triana oculta.

Todo empezó, me refiero a mi afición por desenterrar antigüedades, en un paseo guiado por la Triana del flamenco no hace mucho.

Es por todos bien conocido que Triana y los gitanos han ido de la mano durante muchos siglos (ya en siglo XVI hay seis de ellos empadronados aquí y dedicados al negocio de la herrería como olleros).

Recordemos que llegan a España con los reyes católicos en 1465 y que, a diferencia de los musulmanes, son muy bien acogidos por su referencia a ser “egipcianos menores” (turcos) perseguidos por aquellos debido a su cristianismo.

Eso sí, debido a su carácter errante se les obliga a trabajar so pena de “cortarles las orejas o darles amo” en una pragmática de Carlos I en 1525.

Hay que excavar poco para que aparezcan sus vestigios. Algunos conservando su pureza todavía hoy los representan con sus cantes y su duende inconfundibles. Pero hay que reconocer que, aun siendo admirables, el mercantilismo les ha desposeídos, pienso, de su original autenticidad.

Hoy las gitanas jóvenes que quedan en Triana con frecuencia fuman, manejan internet para buscarse pareja y se dan mechas rubias, al menos las que yo conozco.

Su liberalidad no es como antes una nota distintiva sino más bien un gesto de identificación con el ambiente.

Es evidente que Triana ha dejado de ser el arrabal de antes. A Los corrales de vecinos en la Cava Nueva o Cava de los Gitanos, les ha dado la “puntillá” algo más que la avaricia inmobiliaria (el significado de periferia lo ostentan ahora las urbanizaciones dormitorios de la cornisa del Aljarafe que, a pesar del río de por medio, nadie los vive como arrabales). La globalización ha hecho de Sevilla y Triana, no ya un pañuelo, sino un clínex y de una sola capa. Eso sí, algo impregnó su aire que suele imprimir carácter a los Trianeros nuevos que la vivimos, y a los que se fueron que lo transmiten como un valor a sus orgullosos descendientes de polígonos y barriadas.

Pero volviendo a los primeros hallazgos, a los más superficiales, es evidente que los que más proliferan son de raza calé.

Y es entonces cuando tropiezo con Demófilo, Manuel Machado Álvarez, el padre de los Machado casado con una trianera, Ana Ruiz, hija de un modesto dulcero. Demófilo recopila coplas, como la que habla de los montes de la Encarnación en su colección de Cantes flamencos de 1881

SI TU MARE TE PREGUNTA/ POR LAS MOÑAS E LOS SAPATOS/ EN ER CAMINO E CARTUJA/ AYI LOS TIENE CORGAITOS./SI SI PERO NO/ ARBOLEITAS E PINOS VERDES, MONTES DE LA ENCARNACION.

Mas tarde Emilio Jiménez Díaz en su libro “Triana en labios de la copla “recoge ésta.

DOS MONTES TIENE TRIANA / QUE ERAN PA VOLVERSE LOCO / UNO DE MARIA NIÑO / OTRO DEL MONTE PIROLO / CUANDO EN TRIANA / SE DERRAMABA EL ARTE DE MADRUGADA.

Empiezo a tirar del hilo de este tema partiendo por tanto de los MONTES (o montículos) DE LA ENCARNACION.

La Encarnación era una preciosa y grandiosa ermita que en dos ocasiones llegó a sustituir a la parroquia de santa Ana en sus funciones por cierre. Una cuando el terremoto de 1755 para su reconstrucción. Otra cuando en 1900 la epidemia de cólera hizo necesario tapiarla por el olor hediondo que desprendía los cadáveres enterrados en sus bóvedas, como Justino Matute cuenta en su APARATO PARA ESCRIBIR LA HISTORIA DE TRIANA de 1818.

En estas dos ocasiones supuso, dice textualmente, el traslado de “SU MAJESTAD” a la dicha ENCARNACION, iglesia de tres naves separadas por columnas de mármol y con pinturas en su retablo de Herrera el Viejo.

Estaba situada inmediata a las Mínimas, en la actual Pagés del Corro y tuvo su origen en el hospital de mismo nombre extinguido antes de 1587. La Cofradía que aquí tenía su sede era la del Santísimo Cristo de la Sangre y La Virgen de la Encarnación titular ésta hoy de la de S. Benito, la llamada “Palomita de Triana”.

Parece que esta Hermandad se funda en 1554 en el cercano convento Mínimo de la Victoria (¡ojo que este convento va a ser el eje alrededor del que voy a ir desenredando la historia de la “Triana Oculta”!) y que después de pasar por santa Ana compran unos terrenos en la Cava Nueva en 1565 donde permanecen hasta que, después de la desamortización de 1868 es derruida (1874).

Pero volvamos a los montes de dicha Encarnación con los que he comenzado.

Por el plano del asistente Álvarez Benavides de mediados del XIX se sabe que colateral a la actual calle Paraíso estaba situado en el s. XIX una plaza de la Encarnación donde se puede decir que terminaba la Cava de los Gitanos y en ella los dos montes citados.

1ºMonte Pirolo. Deduzco que este nombre se debe a la palabra culta Pirología; conocimiento del trabajo del fuego, por la abundancia de fraguas de gitanos en la zona. Caganchos en Evangelista, Pelaos en la esquina hoy de Farmacéutico con Pagés del Corro, la de los Puyas enfrente… Y que el nombre, precisamente y en principio, es un cultismo más propio de gente ilustrada que de gitanos, aunque estos después la hicieran suya hasta el punto de adoptarla para su negocio. Y así el tío Antonio Cagancho a principios del XIX llamará a su fragua con este nombre, “Monte Pirolo”.

2º monte de María Niño. El monte nombrado y cantado en las coplas de Triana, precisamente por ser lugar del cante, es el de María Niño que, según dicen por deformación en la transmisión oral dio lugar al nombre de monte de Marianillo.

No es de extrañar. Se sabe que por la transmisión oral de un viejo romance castellano Nerón de tanto mirar desde la roca Tarpeya se convirtió en “marinero de Tarpeya” (Cervantes en Rinconete y Cortadillo lo comenta).

Pero lo que me molesta es que sin que la citada señora, María Niño, pidiera “cambio de sexo”, hoy en Triana y muy cerca de donde estuvo rotulada la calle, antes callejón, (así en el callejero de Moreno Gálvez 1845) de María Niño (en los años 70 sustituida por la de F. M. HERRERA) se encuentre la de MARIANILLO a quien el transeúnte, lógicamente, toma por un hombre. En el mejor de los casos por un hombre relacionado con el flamenco.

Antes de continuar sostengo la hipótesis de que posiblemente los dos montes de los que habla la copla fueran físicamente uno. (Lo de “monte” podría ser por que esta parte de la actual Pagés del Corro estuviera más elevada que la, hoy, otra acera. También porque fuera una apreciación subjetiva de contemplarla desde el otro lado del foso que era la cava y que supondría una ascensión el llegar a ella).

En principio, según lo investigado y la lógica, se llamaría de María Niño por su propietaria, luego, éste mismo monte fue rebautizado con el nombre de Pirolo en un gesto culto por las fraguas que lo poblaban cuando la citada María había ya muerto. Convivirían los dos nombres, pero María se masculinizó por pereza del lenguaje y porque la masculinidad del Pirolo lo imponía. El compadreo y el machismo bautizaron, de hecho, al monte en cuestión en dos topónimos distintos, pero machos los dos.

La mujer, al parecer, como tal ya tenía bastante. P0r ello,¡vivan los dos tíos, PIROLO y MARIANILLO marcando territorio!

Es ahora, y en un arranque de feminismo, cuando me arremango y decido desenterrar esa estatua mutilada y oscurecida por el paso de los siglos que aparece con la inscripción imborrable de María Niño, a pesar del paso del tiempo. (La escritura de la casa donde vivo de principios de los años 70 nombra los terrenos donde se construye como situados en la calle de María Niño).

Lo hago con cuidado y hasta con mimo pues me llena de ternura el conocer por la historia del arte parte de la vida de esta mujer por otro lado envuelta en un halo misterioso y romántico.

Creo que ahora debo aclarar que la María Niño de la que voy a hablar es la de la que lo hace A. Santos Márquez (catedrático de arte) en su estudio sobre la capilla funeraria de Alonso Daza y que sustenta en legajos del Archivo de Protocolos notariales de Sevilla, publicado en 2006.

Modestamente discrepo en cuanto a que el Marianillo que nos ocupa proceda de María Niño de Guevara, como afirma en su Callejero de Sevilla el justamente reconocido académico José Mª de MENA. Sencillamente porque esta señora con la que tuvo dos hijos naturales Fernando Cortés Ramírez de Arellano, 3º marqués del Valle y nieto de Hernán Cortés, además de ser natural de Madrid y haber tenido sus hijos allí, debió nacer entre 1560 y 70 y por tanto imposible que ocupara el monte que ya ocupan las Mínimas esos años. Por otra parte, no parece posible, desde el punto de vista fonético, la evolución de tan poderoso apellido en “Marianillo”.

Debo reconoce una dificultad que debilita en cierto modo mi tesis: pudiera ser que la huerta de Marianillo en Triana sea la vulgarización de otra María Niño, una posible compradora a los frailes Mínimos, ya a partir de 1835 tras la desamortización de Mendizábal. No tengo pruebas de su existencia, pero eso no es suficiente para descartarla, aunque sí para aparcarla. Sin embargo, no hay duda de la existencia y presencia en Triana de MARÍA NIÑO a mediados del XVI procedente de ultramar como protagonista del arte funerario y en relación estrecha y documentada con los frailes Mínimos del convento de la Victoria.

Los libros especializados, como la revista Arte Hispalense, hablan de la capilla funeraria de D. ALONSO DAZA en el convento Mínimo de N. Sra. de la Victoria (Antonio Santos Márquez, catedrático de arte). También de María Niño, su viuda, que una vez que éste murió viene a Triana por deseo expreso de D. Alonso en testamento de emplear parte del dinero ganado en Nueva España para darle pompa fúnebre construyendo una capilla funeraria para él y su familia.

Lo primero que se viene a la cabeza es que el propósito no era otro que comprar con dinero un reconocimiento entre sus vecinos del que adoleció en otro tiempo.

¿Pudo ser que Alonso Daza quisiera resarcirse de la espina de la discriminación que llevaría clavada cuando el 1 de Agosto de 1519 tuvo que ocultar su nuevo cristianismo al embarcar en el velero llamado Cristóbal Verde (¿familiar de un marinero que acompañó a Colón en su primer viaje?) como pasajero rumbo a las Indias después de comprar una licencia falsificada a cualquiera vendedora clandestina, que las había, como la famosa Francisca Brava que hacía negocio por la puerta de san Juan, o, quizás, pagar los 80.000 ducados que Cisneros, como un favor después de las revueltas en contra de la prohibición de viajar a las Indias a los cristianos nuevos, ese año precisamente había estipulado?

Me inclino por lo primero por que en el libro de embarque del archivo de Indias no consta lo segundo, que era lo establecido.

Es muy posible que pudiera ser por eso por lo que este mercader de pieles indiano (está documentado en 1508 el encargo que hace a los carniceros del Aljarafe de proveerlo de todas las pieles que pudiesen) quisiera ser enterrado con todos los honores.

Es una sospecha que avala, además, el que algunas de las capillas de la catedral de Sevilla fueron con sus enterramientos de conversos la forma de demostrar, también, la limpieza de sangre del difunto para su familia.

Como ejemplos, la capilla de don DIEGO CABALLERO, conocida por la del MARISCAL por el cargo que desempeñó en La Española este hijo de judío castigado en acto de fe y que había embarcado en 1502 en la expedición de Ovando con una mano delante y otra detrás, como criado del genovés Grimaldi.

Su carrera allí se inicia con el apresamiento y comercio de indígenas, carimbándolos, herrándolos (hasta 1526 no se ilegaliza esta práctica, y no en todos los casos), y de perlas después, para acabar siendo dueño de una flota de barcos

También la de otro converso, don Fernando de Jaén, con el famoso cuadro descendimiento hoy en la catedral al desaparecer la Iglesia de la Santa Cruz, en el barrio del mismo nombre, donde estuvo su capilla funeraria. Como recuerdo hoy queda solo el nombre de la plaza donde estuvo Iglesia y cuadro, también de Pedro de Campaña que la presidía

Sin embargo, después de conocer las circunstancias políticas y sociales en Nueva España a partir de 1542, que debió conocer antes de morir don Alonso, Daza, deduzco que el verdadero motivo de la venida de María Niño a Triana fue asegurar para ella y su familia un futuro económico y social que vería peligrar con el revuelo de las llamadas Leyes Nuevas con las que el emperador, respondiendo a las críticas entre otros de padre Las Casas, dejaba ver el principio del fin de los privilegios y abusos de los conquistadores y colonos como auténticos señores feudales.

Lo de su capilla funeraria, creo, fue una argucia o carta de presentación en aquella sociedad donde la protección de la Iglesia, comprada con la fundación para la capilla, era el mejor seguro de vida que podía dejarle, diríamos con vocabulario de hoy.

¿Fue casualidad o más bien un recurso de moda entre los cristianos nuevos el encargar las pinturas de los retablos de sus capillas funerarias en los mismos años a Pedro de Campaña? Esto último sostiene el erudito Celestino López Martínez cuando en su libro “De Jerónimo Hernández a Martínez Montañés comenta la de D. Alonso Daza.

Este, además del deseo fúnebre común a los conversos, sabemos que había nacido en Huevar, donde hay constancia histórica de que hubo judería.

Sin embargo, el lugar de nacimiento de María Niño es desconocido. Se encuentra en el Archivo de Protocolos Notariales un documento notarial fechado en Tenochtitlan en 1536en el que se declara la dote entregada a la dicha María por su casamiento con Alonso Daza.

Acompaño fotocopias de un extracto de la trascripción de dicha nota.

En ella se declara que es hija natural de Domingo Niño oriundo de Triana, ya fallecido, y que está bajo la tutela de otro Trianero llamado Francisco de Ávila en ese momento de contraer matrimonio.

No era normal que un hombre embarcara como soldado o como mercader con una niña sin su madre. Por ello lo lógico es pensar que fue fruto de una relación con alguna indígena, cosa frecuente entre los españoles. Pensemos en Hernán Cortés que de sus once hijos con seis mujeres distintas varios fueron mestizos.

Tampoco era frecuente que los reconocieran. Corrían suerte adversa y solían acabar abandonados por ambas familias y en la calle. Muy pronto, promovidos por el primer obispo de Nueva España, el franciscano Zumárraga, la corona comprendió que era provechoso no sólo cristianizar sino españolizar y existieron colegios para estos niños (en 1530 en Coyoacan, ya, para niñas).

Los colegios para indígenas y mestizas no fueron valorados por los nativos ya que decían que las hacían “vagas para el trabajo como en Castilla”. La mujer indígena no sólo trabajaba la tierra, sino que debido a la normalidad de la poligamia estaba bien visto el amancebamiento con españoles como modo de sustento para la familia.

En el caso de María Niño supongo que el ser reconocida conllevaba que su padre pudiera vivir con su madre (¿fue la esclava indígena Isabel a la que hace alusión la nota?).

El abandono por parte de los españoles de los hijos habidos con indígenas era, en muchos casos consecuencia de tener ya familia oficial.

De lo leído en la nota a la que he hecho alusión se deduce que tenía una posición más que desahogada, pero eso no quita el pensar que se encontraba desprotegida en lo social, y que el matrimonio era una solución de urgencia para una joven huérfana. Tuvo suerte-. Tampoco eran frecuentes los matrimonios de españoles con mestizas al principio a no ser que fueran adineradas y educadas, que era su caso.

La edad que tenía en ese momento, suponiendo, es lo más lógico, que hubiera nacido allí, serían entre doce y dieciséis años, ya que hasta 1522 no conquista Cortés Tenochtitlan.

Resultan significativos los nombres de los testigos que aparecen en el documento (repito, fechado en 1534).

Si, por parte de ella declara García Terrazas, conquistador mayordomo personal de Cortes, por parte de él uno de los miembros de la familia de los Farfanes, famosos marineros soldados en la conquista de Tenochtitlan procedentes de Triana.

El tutor de María parece se trata de Francisco de Ávila recompensado por Cortés por ser uno de los primeros pobladores con la encomienda de Tulancingo (una de las más grande y fértiles), a medias con el conquistador citado García de Terraza.

Los encomenderos eran conquistadores a los que al no poder pagar con oro se les recompensaba con indígenas. Toda una historia negra hay sobre las encomiendas que al parecer eran más bien explotaciones humanas (en 1542 Leyes Nuevas van contra sus abusos y sobre su carácter hereditario).

Me ha parecido curioso y significativo entre los personajes citados el que le debieran dinero, que deduce el desahogo económico de Domingo Niño. De manera especial que esté entre ellos Nuño de Guzmán (según Las Casas “el gran tirano” por su crueldad con los nativos) mandado por Carlos V como presidente de la Audiencia para controlar a Cortés y que le salió rana. Cortés a su lado “un angelito”. Puede que más que una deuda fuese el peaje, del padre de Maria para poder vivir sin ser molestado y tenerlo como valedor ante los problemas diarios.

La vida nada idílica de aquellos colonos, aunque tuvieran una huerta en Tacubaya, zona de descanso de la élite colonial, no debía ser fácil y, si era necesario, se aliaban con el diablo para sobrevivir en medio de intereses y ambiciones por doquier.

No he podido, sin embargo, encontrar referencias de Domingo Niño ni en el libro de embarque de la Casa de Contratación, (existente desde 1503), ni en el Archivo Parroquial de Santa Ana (bautizos desde 1502), ni entre los acompañantes de Cortés por el libro de Bernal Díaz del Castillo “La verdadera historia de la conquista de Nueva España”, atribuida, actualmente, al propio Cortés por un historiador francés llamado Duverger para intentar rehabilitar su fama.

Lo primero que se viene a la cabeza es que estuviera relacionado de alguna forma con la extensa familia de marineros conquistadores de Moguer de los que la estudiosa A. GOULD dice que “respecto al parentesco entre ellos todo está liado”.

A ciegas me decanto porque fuera hijo de Francisco Niño, de Moguer, grumete ya en 1492, por eso de que muere en Puerto Caballos, la actual Honduras, como alcalde puesto por Cortés en 1526, después de vencer a Gil Dávila entre otros aspirantes a la zona. En ese caso Domingo podría habría nacido, como su hija, en las Indias.

Pero el que hable de Triana como lugar de procedencia me lleva a relacionarlo, supuestamente y de forma extramatrimonial, con el famoso piloto Andrés Niño avecindado en nuestro barrio mientras recorría en distintas expediciones aquellas tierras (en 1504 ya hay constancia documental de este hombre en las Indias). Era normal el ir y venir del mismo personaje varias veces. Los viajes de negocios ya estaban de moda, aunque hubiera que cruzar el océano en barco de vela y lo de un amor en cada puerto también. Pero éste parece que no fue muy amigo del gran Cortés. Por ello lo veo con menos posibilidades.

La verdad es que sólo cuento para hacer un retrato de Domingo a través de sus amistades documentadas

Lo que es evidente, por las anteriores nombradas, que el padre de MARÍA NIÑO y ALONSO DAZA, ganadero y mercader, estaban bien relacionados con la clase mas poderosa de aquella sociedad de Nueva España donde Cortés y los suyos tenían el poder en medio de crueldades e intrigas.

Una fecha a tener en cuenta para esta historia, 1545. Es cuando cuando los frailes Mínimos conceden a MARÍA NIÑO la licencia para llevar a cabo el deseo de su difunto esposo, hacer realidad la fundación establecida en testamento para levantar en TRIANA la capilla funeraria. Es lógico pensar que estaba antes, por el tiempo necesitado para los trámites.

No sé si lo intentó en otro lugar sagrado, pero en aquel momento, después de la catedral, el citado convento gozaba de gran prestigio. El difunto Alonso Daza había embarcado hacia el nuevo mundo pocos días antes de la expedición de Magallanes y sabemos que ya entonces estaba de moda entre la gente del mar este cenobio. No es de extrañar por tanto su elección.

Los Mínimos habían llegado a Sevilla en 1512 y según cuenta Alonso Morgado en la Historia de Sevilla de 1587 fueron muy bien recibidos y REGALADOS por el arzobispo Diego de Deza. Rechazan vivir en Sevilla y se trasladan extramuros por ir mas en línea con su regla de “ora et labora”. Aceptan una capilla llamada de san Sebastián en Triana, que fue un antiguo hospital cuyos cofrades estaban en decadencia y que les piden seguir con su culto al santo y poco más.!No confundir con la de los Mártires en la actual Paraíso del gremio de calafates de mediados del XVI!

El abad Gordillo en 1632, fecha del perdido pero copiado documento “Religiosas estaciones que frecuenta la religiosidad sevillana”, relata una procesión que se llevaba a cabo desde la catedral a dicha ermita de san Sebastián porque según cuenta la tradición fue aquí donde estuvo por primera vez la imagen de la Virgen de los Reyes, ya que fue éste el lugar del campamento de las tropas cristianas en la conquista de la ciudad por el rey S. Fernando.

El terreno del CONVENTO DE LA VICTORIA desde Salado se adentraba ocupando gran extensión de “Tierras de cultivos, naranjal y un albercal”.

Morgado comenta el desencuentro de éstos con el atípico y estrafalario fray Pedro y su barraca a orillas del río (germen del Convento de los Remedios) ya que por la vecindad y proximidad les quitara protagonismo económico en la zona, como así ocurrió con los años. Pero el tozudo ermitaño llegó a recurrir a Roma para que no lo echaran del sitio escogido.

“Pero queriendo Nuestro Señor que permaneciese”, dice el citado Morgado. Es decir que los Mínimos de La Victoria no pudieron con él y sus devotos.

Sin embargo, es curioso, no se opusieron al establecimiento de otras instituciones religiosas al otro lado del convento. Deduzco sería porque obtenían beneficios económicos de ellas: La Hermandad de la Estrella, la capilla de los Mártires del gremio de calafates, las posesiones de María Niño, la ermita de la Encarnación…

De la importancia del convento de la Victoria, sobre todo para las gentes del mar, nos puede dar idea la pompa y fiesta que hubo en Triana por la bendición en su Iglesia de las banderas y pendones que llevaron Magallanes y Elcano en su vuelta al mundo antes de zarpar el 1o de Agosto de 1519 Precisamente sería sólo la Nave N. S de la Victoria la única que volvería después de tan memorable viaje.

Pero, además, la Iglesia que levantaron en 1524 bajo el patronazgo de D Francisco Duarte y Mendicoa para el enterramiento de él y su mujer Catalina Alcocer resultó grandiosa. Está bastante aceptado que el actual retablo de la iglesia de S.Jacinto perteneció a ésta y nos da idea de sus proporciones, aunque no sería el original porque éste es de finales del XVII (artículo de la historiadora Matilde Fernández Rojas). Fue famosa su escalera de mármol roja con artesonado de madera en su techumbre.

MARÍA NIÑO estaría orgullosa. La capilla funeraria de su esposo compartía espacio nada menos que con tan ilustre señor, Factor de la casa de Contratación, Proveedor de la Armada y los Ejércitos, Contador del Emperador en Italia y fundador del Mayorazgo de Benazuza…muerto en 1554 y enterrado allí, en el altar mayor (hoy sus esculturas yacentes están en el panteón de sevillanos ilustres). ¡Todo un lujo de vecino!

Además, dicha Iglesia estaba de moda y era visitada por sus famosas reliquias: leche de la Virgen, un diente del Bautista, y pelos de la barba de S. Pedro entre otras.

En este tema me remito a una monjita jerónima del convento de Santa Paula, quien con mucha gracia, cuando hoy enseña los relicarios se su museo, por si acaso, añade “que yo sepa nunca fueron un dogma”. Y así acalla bromas y risitas.

De su grandeza nos da también idea las Hermandades que aquí surgieron, de sus procesiones desaparecidas, y de las que hasta hoy han perdurado.

La Hermandad de La Estrella (1560 -- 66), que primero ocupó una capilla dentro del convento, pero que luego levantan una propia en un solar contiguo cedido por los frailes por la renta de dos ducados anuales en 1570. La fusión de la Estrella con la del señor de las Penas, nacida en la ermita de la Candelaria es ya del s.XVII.

Está documentada la presencia y supuesta vecindad de María Niño en Triana y que interviene activamente en ejecutar su plan, pero que lo hace (la mujer además de sola hay que pensar como se sentiría en ambiente desconocido) a la sombra de un hombre que es su apoderado, y que en su nombre contrata a Juan de Gante para que fabrique el retablo en madera de castaño con columnas de cedro, a Pedro de Campaña para que pinte las tablas y entre ellas, la de la figura al natural del difunto. Incluso para que contrate a los albañiles que adecuarán la estancia en una capilla lateral del mismo con artesonado de madera, revestimiento de azulejos trianeros y ventana al exterior.

El hombre en cuestión es Hernando de Ballesteros. He elucubrado al pensar que tipo de relación podía unirlos para llegar a la conclusión de que el nexo que los unía era tan prosaico que deja fuera de toda duda algo más allá del negocio, ya que este hombre era un platero reputado en la Sevilla de entonces.

En definitiva, supongo, le ayudó puliendo (lo digo en su doble sentido) la plata traída, sus posesiones convertidas en el noble metal.

Ballesteros el Viejo poco después en 1551 es nombrado platero de la catedral y María Niño se instalaría en un montículo de la cava nueva, con una enorme huerta que llegaba hasta la actual calle de Esperanza de Triana.

La imagino extrañándolo todo menos las famosa riadas, que le serían familiares por su vida en la ciudad lacustre de Tenochtitlán y mirando cada día la ventana del cercano convento que la esperaba en su descanso eterno, si ocupó como vivienda el lugar donde la ubico.

El que escogiera Triana para vivir en principio no tiene que extrañar pues está documentado que dos personajes aquí citados de alcurnia y posibles poseían huertas de recreo en ella aquellos años.

Así, dentro del Mayorazgo de Benazuza, se describe la huerta llamada “Quitapesares” donde irían a disfrutar de su arboleda y de la vista animada de la Torre del Oro desplazándose de la colación de S. Nicolás donde vivían, D.Francisco Duarte y Dª CATALINA con sus hijos.

¿Estarán debajo de la hoy “Casa de las Columnas” y del Hospital y Capilla de los Mareantes, las huellas de esta familia (en 1554 muere D. F. Duarte y en 1561 ya hay constancia de los esfuerzos económicos por comprar el lugar donde levantarían su sede, luego Escuela, los citados Mareantes)?

También en un paisaje a plumilla de la Triana de 1567 del flamenco Antón Van de Wyngarde encargado por Felipe II (entre otros de distintas ciudades españolas) se le da nombre por escrito a la hermosa heredad con las casas del nombrado Mariscal, don Diego Caballero, situadas en esta orilla del río.

Triana era hermosa y valorada, pero lo que no se entiende mucho es que a pocos metros de la que iba a ser su tumba esta mujer ubicara su casa por muy apetecible que fuese el monte. Supongo se libró, de momento, del fuego por la terrible explosión de la fábrica de pólvora que en 1579 se encontraba cercana a la actual plaza de Cuba en la que murieron cientos de personas muchos trozos de las cuales (Morgado habla de brazos y piernas) aparecieron en la otra orilla del río.

¿Era esta mujer una persona triste y lúgubre? Puede, pero me inclino más por una mujer desarraigada e insegura a la que le costó adaptarse al nuevo ambiente que no era el suyo por mucho que se llamara María Niño y fuera dueña de una porción grande de esta Triana, su tierra prometida, por la que cruzó un océano y convirtió sus pertenencias, o vivencias (eso le resultaría más doloroso), en plata.

Presupongo que no volvió a casarse porque si hubiera sido así (además de perder la herencia como viuda) el segundo marido no hubiera consentido el protagonismo del nombre de María en Triana, lo hubiera eclipsado.

Es posible que viniera con algún hijo (CAPILLA FUNERARIA PARA EL Y SU FAMILIA). En un documento de 1602 sobre un pleito de los frailes Mínimos de la Consolación de Utrera contra los Terceros de Sevilla un tal Alonso Daza actúa como jurado a favor de aquellos. Después de lo conocido, es lógico pensar fuese algún descendiente de María Niño, todavía en estrecha relación con los mismos.

Lo más sorprendente es que después de casi 500 años su nombre, aunque desfigurado, haya seguido pronunciándose para identificar el lugar en el que vivió esta mujer.

Mucho debió impactar su presencia materializada en ser propietaria de extensión tan considerable, aunque Morgado no aluda a ella y Justino Matute no la considere trianera ilustre

Para mí ha sido una casualidad vivir en lo que debió ser su huerta y una suerte el poder presentarla en Triana, al tiempo que escudriñar a través suya en la historia.

Y no creo que fuera sólo por su riqueza y exotismo, sino que algún halo de misterio debía envolverla que ella no se preocupó en disipar y al que contribuyó, a buen seguro, la enorme extensión de terreno que habitó a extramuros, o detrás de la cava, que era lo mismo, ya que ésta era realmente una defensa del río y de malhechores. Lugar, por cierto, que después de ella las Mínimas habitaron y abandonaron un tiempo por “peligroso, por inundaciones y hombres malos que saltaban las tapias del convento”.

Por su físico debió estar acomplejada. Lo normal, como en el caso de la capilla del Mariscal en la que tienen protagonismo no sólo su mujer y su hijo sino hasta cuñada, sobrinas y madre, es que hubiera sentido la tentación lógica de quedar inmortalizada en su retablo junto a su marido y no fue así. En sus tablas, con escenas de la pasión (Jesús atado a la columna y el lavatorio de pies) lo adornaron, además de san Joaquín y santa Ana, san Francisco de Paula, y hasta santa Catalina de Siena, pero de ella ni rastro.

A pesar de la falta de datos documentales me voy a arriesgar a decir que en 1564 María Niño ya había fallecido (otra opción es que dejase de vivir en Triana). Los datos al alcance de mi mano en los fondos del Archivo Histórico Nacional los he dejado estar. Es una pasta el que vean la luz y la investigación no es mi profesión a estas alturas.

Pienso que parte de su Monte fue comprado por la cofradía que levantó la ermita de la Encarnación en 1565(¿a los frailes con los que esta Hermandad en su fundación estuvo relacionada, o a los herederos de María?). Sobre todo porque las MINIMAS se establecen en Triana en 1566 y de alguna manera ocupan su monte

Según A. Morgado “Las TRAEN Y lAS COLOCAN EN TRIANA MUY CERCA DE ELLOS LOS MINIMOS DEL CONVENTO DE LA VICTORIA”.

No sé si fue un intercambio de favores entre María o sus descendientes con los frailes de la Victoria o fue una venta en toda regla.

Es muy probable que los Mínimos de la Victoria negociaran con nuestra María. Primero vendiéndole el monte y luego a su muerte comprándoselo, o cambiándoselo por misas (una capellanía).

Cuando el superior de los Mínimos de la Victoria pide licencia al racionero de la catedral, Gil de Cervadilla, para el traslado de las monjas debido a la pobreza y necesidad extrema con la que viven en Segura de León dice textualmente: tenemos TRATADO y constatado ya el sitio, y PUESTO (¿puede interpretarse que contaban con edificio construido?) “que lo mande ver y que hay peligro en la tardanza. Nuestra orden ha procurado buscar sitio para ellas y han hallado, que ninguno hay mejor”. Este documento está fechado en 1564.

El peligro al que hace referencia, deduzco, sería desaprovechar la ocasión producida por la muerte de María Niño, que enterrada en su convento les facilitaba cualquier tipo de trato con los herederos o de venta por parte de los herederos a terceros.

La huerta debió ser, además de hermosa, olorosa con los naranjales en flor cuando llegaba la primavera. También una buena despensa para aquellas monjas que llegaron hambrientas de Extremadura a pesar de los buenos guarros que daba la tierra. Pero ni carne, ni huevos ni leche…. Solo pescado y verduras.

El nombrado Morgado, también extremeño, que las visita por ser cura de Santa Ana desde 1573 espontáneamente dice de ellas “Que a pesar de la dieta las monjas más ricas de Sevilla no las exceden en hermosura. Y Para que nadie piense mal añade “Como quiera que los manjares del alma son los perfectamente saludables “.

Mi sexto sentido es el que me lleva a describir a María como una mujer misteriosa, que no rara, aunque no alcanzara el grado de emparedamiento algún rasgo de este estado le atribuyo.

Todavía quedaba alguno de estos establecimientos en Sevilla cuando ella se ubica en Triana. Estos lugares eran casa particulares pegadas a alguna iglesia o convento con el que se comunicaban por una ventana enrejada. De este modo tenían el poder disfrutar de la iglesia vecina. Allí se recogían mujeres viviendo de su patrimonio o trabajo.

En Triana había habido uno pegado al castillo de san Jorge y otro en Santa Ana pero quedaban todavía en Sevilla en S. Idelfonso, Santa Catalina y san Miguel en esos años.

¿Fue María Niño una Beata sin reja, (que por otra parte no necesitaba para divisar cada mañana a través de los naranjos de su monte la ventana de su morada definitiva), y sin otra compañía que sus criadas algunas venidas con ella de la tierra que la vio nacer? Da bastante el perfil.

¿Sabían que el callejón que lleva su nombre en un mapa de Moreno Gálvez del XIX se llama, a medida que avanza y se mete entre huertas, al principio de María Niño y luego de LA FANTASMA?

No lo puedo evitar hay algo, o alguien que me empuja a estas alturas de sus peripecias a imaginar su rostro.

La María que se me aparece sonríe, a pesar de las llamas que convirtieron en cenizas sus restos con su querida capilla aquella noche de 1704 cuando una vela en la sacristía del convento de la Victoria casi acaba con el famoso sitio.

Su mirada es transparente y profunda. Un mar de cristal y plata antigua en sus ojos oblicuos.

Manto negro, toca blanca velan una sedosa cabellera y enmarcan su piel de aceituna.

De su pecho asciende al expirar el perfume suave de cientos de dalias (aztaxochitl, flor nacional de Méjico descubiertas por los españoles y extendidas por todo el mundo). Luego, la inspiración del azahar la embelesa y extasía,

Y su boca, ¡ay su boca, ocarina roja de arcilla! suena por soleares.

Ella no me lo dice, pero, creo, le gustaría floreciera en Triana, de nuevo su nombre, su nombre de mujer.

Mª PAZ HIDALGO

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