
'La Literata' es una tertulia sevillana de escritores y amantes de la literatura que se reúne en el Ateneo de Sevilla. La fundan en junio de 2013 dos abogadas, una médico oncóloga emérita, un catedrático de lógica, un arquitecto, una funcionaria, una jubilada, una poetisa y una geógrafa. Miembros fundadores a los que con posterioridad se han sumado nuevos contertulios.
miércoles, 30 de marzo de 2022
ANZUELOS (Rafael Guillén)
ANZUELOS
La tienda de utensilios para pesca del señor Fischer estaba extrañamente vacía ese sábado por la mañana. Luego supe que la mayoría de la gente del pueblo había ido a un festival de música folk que se celebraba cerca de allí. Ya sabéis cómo va esto: cerveza a raudales, carne chamuscada, niños correteando por doquier, padres jugando de nuevo a ser críos... Algo poco motivador para un chico de catorce años recién cumplidos como era mi caso.
Aprovechando la escasez de público pude plantearle con total libertad al señor Fischer las dudas que me corroían sobre el tema que tenía entre manos. Ni más ni menos que la captura del “General Sherman”: el mayor barbo que vivía en las profundidades del lago Snow, catalogado por los pocos que habían conseguido verlo, como un monstruo verdoso de casi un metro de longitud. Muchos habían intentado pescarlo con toda clase de tretas: lombrices gigantes, cangrejos, maíz...Todo inútil. El pez probaba el cebo algunas veces pero nunca mordía el anzuelo. Parecía como si dijese: “ ¡Eh, estúpidos! Que soy el “General”. Un poco de respeto. Pensáis que con fruslerías como estas podéis atraparme. ¡Imbéciles!”
El motivo principal que me impulsaba a capturar al gran pez no era otro que Jenny Stuart. Una belleza de mi misma edad que había prometido ser mi novia si conseguía que el “General Sherman” cayese en mis redes. La perspectiva de ir de su mano por el patio del colegio a la vista de todos hacía que ningún obstáculo me pareciera lo suficientemente grande para el éxito de mi proyecto. Sólo me faltaba algo de consejo profesional sobre el tipo de anzuelo adecuado. Y por eso me hallaba allí frente al viejo señor Fischer que me miró con una mezcla de incredulidad y desprecio antes de advertirme severamente.
— Hijo, ¿esto no será una broma pesada, verdad? Porque si es así y quieres burlarte de un anciano respetable como yo te voy a dar una lección con mi bastón que nunca olvidarás. ¿Quieres sentir cómo acaricia tu trasero, eh? ¿Quieres?
Me llevó un buen rato hacer comprender al viejo que no pretendía reírme a su costa. Lo logré exponiéndole todos mis conocimientos sobre pesca que mi abuelo John me había ido enseñando a lo largo de los años. Cuando acabé, el señor Fischer me miró con algo de respeto aunque todavía tuvo tiempo de expresar sus dudas acerca de mis posibilidades para capturar al “monstruo”.
— Muy bien, chico listo. No se puede negar que sabes muchas cosas sobre pesca. Y el anzuelo que te voy a vender es de lo mejorcito del mercado pero hay un aspecto del que no me has hablado y que será fundamental para que pique el pez. ¿Sabes cuál puede ser?
— ¿De que se trata, señor Fischer?-dije lo más humildemente que pude.
Me miró con condescendencia mientras rodeaba el mostrador y se situaba frente a mi.
— ¿Y aún lo preguntas? ¡Pues vamos listos! El cebo. El cebo, chaval. Sin el adecuado no pescarás más que algún renacuajo despistado y eso con suerte porque además no te veo con muchas fuerzas para sujetar la caña.
— ¡Aaah, el cebo! Sí. No hay problema. Lo tengo todo pensado-contesté.
— Sí, el cebo. ¿Qué mierda piensas poner en la punta del anzuelo? ¿Gachas de avena?-rió con ganas.
— No, señor. Algo mejor. Algo definitivo que hará que el pez salte a mi red como si nada.
— ¿Ah, sí? ¿Y de qué estamos hablando si puedo enterarme? Me interesaría mucho saberlo-dijo burlón.
— Es un secreto, señor. Pero si pesco al “General” prometo venir y contárselo.
— Pues si es así, me quedaré sin saberlo toda mi vida. Anda, anda. Coge tu anzuelo y sal ya de la tienda que no estoy hoy para escuchar tantas tonterías.
Los días siguientes fueron de lo más excitante. Iba cada tarde al lago con mi caña, el anzuelo que me vendió el viejo y una buena dosis de pan de centeno mezclado con azafrán: el cebo secreto que mi abuelo ideara hacia ya muchos años y que tan buenos resultados le dio siempre. Picaron algunos buenos ejemplares pero no vi ni por asomo rastro del que a mi me interesaba.
Día tras día siempre sucedía lo mismo hasta que decidí variar mi rutina. No sabría decir que fue lo que me impulsó a ir al lago justo antes de amanecer, pero no cabe duda de que fue una magnífica idea. Sentado sobre una enorme piedra casi circular en la orilla sur encendí un cigarrillo. Apenas hacerlo percibí difusamente una sombra en la superficie del lago. Empezó a moverse en círculos, al principio lentamente y luego más rápido hasta que de improviso una enorme cabezota con largos bigotes emergió del agua. No había duda. Estaba ante el “General Sherman” en persona.
Lancé a toda prisa la caña y me pasé la hora siguiente en una lucha denodada con el pez. Cuando ya parecía que lo tenía en mis manos, el muy puñetero se las arreglaba para escabullirse tras las rocas del fondo. Así una y otra vez como si ambos ejecutáramos una danza sincronizada. Pero pronto empecé a notar que el “General” tiraba del sedal con menos fuerza hasta que al cabo de unos minutos supe que pronto lo tendría en mi red. Cuando ya fue mío dediqué unos momentos a observarlo con atención y respeto. Había sido un buen contrincante y le debía al menos eso. Luego lo metí en la red y salí disparado hacia la casa de Jenny. Mi premio me esperaba.
Jenny se hallaba en el columpio de la entrada de casa balanceándose a buen ritmo. Parecía muy contenta. Pero no estaba sola. A su lado, dándole impulso, había un tipo alto y fuerte de unos veinte años al que me presentó como su primo Jim. Nos estrechamos las manos con fuerza y algo de desconfianza. Jim reparó en la red que sostenía a duras penas en mi mano derecha.
—¿Qué demonios llevas en esa red?
— Si, Phil, dinos, qué llevas ahí-preguntó Jenny.
—¡Es el “General Sherman”, Jenny! Lo acabo de capturar hace un rato. ¡Mira qué preciosidad!
Jenny observó el pez con curiosidad pero enseguida mostró una mueca de asco.
— ¡Puaaaf! Huele a cieno y es repugnante con todas esas manchas. Llévatelo lejos, Phil.
— Pero es el “General Sherman” y tú me prometiste…
—¿Prometí? ¿Qué prometí? No recuerdo haberte prometido nada. Es el bicho más feo que he visto nunca y lo único que quiero es que lo saques de mi jardín. Ahora. Además me tengo que ir. Jim me va a llevar en su Yamaha nueva al centro comercial.
Jenny se dio entonces la vuelta y seguida por Jim montó en la motocicleta. Los vi alejarse por Main Street a toda velocidad mientras yo aún seguía sosteniendo al “General” en mis manos.
Nunca volví a intentar pescar pez alguno en toda mi vida.
Rafael Guillén
martes, 29 de marzo de 2022
IDUS DE MARZO (Mª Dolores Camacho)
IDUS DE MARZO
Siempre he imaginado a los idus de Marzo como duendes de fábulas. Buenos y malos, terribles y traviesos. Ellos manejan a su antojo este mes insólito en el que el invierno se transforma en primavera. Se fusionan sin respetar la fecha prevista para el evento. Se distorsionan y confunden entre rebaños de nubes y hostiles vientos del este y de poniente, o se balancean como graciosos cupidos en los rayos de un sol sorprendente.
Intuyo su invisible presencia. Los idus son libres, etéreos, inadmisibles, variantes, dislocados. Son leyenda, cuento, utopía. Mentira. Pero ahí están, impalpables y cercanos en la angosta sensación de una primavera que no acaba de abrirse, que no acaba de ser, seguramente porque los idus andan enredados entre ellos como marionetas manipuladas por un niño irascible.
Miro al cielo y los veo cabalgar en un cielo racheado persiguiendo los últimos resquicios del invierno. Miro hacia la luz y allí están, como hilos de cobre de una vieja princesa que se murió hace tiempo. Contemplo el paisaje desde la perspectiva de mi asombro y descubro un ejército de flores silvestres dispuesto a la victoria. En los árboles, los brotes de rizos verdes tejen paracaídas de polen. Y luego viene la lluvia como una bailarina que despliega sus transparencias ante el violín de los trinos alados.
Locos idus. Malditos idus que a veces cortan de raíz la savia de los humanos. Porque Marzo es un buen mes para la vida y también para la muerte. En Marzo se nace y se muere como en un gran hospital con parterre y macizos de flores. Muere el invierno, nace la primavera, se cicatrizan las heridas de la poda homicida. Vuelven los pájaros de otros territorios con ese aire extranjero y distante con que nos miran desde la altura. Vuelve el ayer en forma de una rosa roja, de una rosa blanca de un recuerdo marchito en un jarro de agua. La foto que nos mira desde la eternidad inmarcesible. La primavera ha parido un niño marrón y rubio como un gnomo del bosque que renace.
Camino perseguida por idus transparentes y elásticos como velos de humo. No quiero enfrentar sus caras, si la tienen, porque ellos representan el misterio, lo ingrávido, lo esotérico en una realidad precisa y displicente. Son leyenda y fantasma, duendes de corral y tejados, horizonte de una cercanía reveladora.
Y de pronto los encuentro allí, en la estación de ferrocarril, a medio metro de las vías del tren disfrazados de ovejas bíblicas de miradas impávidas, sucia la lana del roce con el negro rastrojo de las eras, gutural el balido diseminado por el viento, pastando una hierba que crepita de verdes. Rebaño insólito brotado de la tierra en una sola noche como un mundo de hongos, con sus crías palpitantes de puro algodón o lino, a saber de donde tanta tierna blancura.
Pasan dos viejas cigüeñas con dos idus montados sobre ellas, tirando de sus bridas, conduciéndolas hacia el ocaso inmediato. Y me quedo fija y quieta entre las dos direcciones de los trenes, entre el invierno y la primavera que se enlazan en un largo beso de llegada y despedida. No quiero marcharme de este instante encontrado. Pero un pequeño idus me tira de la falda, llorando. Se ha perdido y siente temor de sombras. Lo cojo de la mano y echo a andar con él hacia la nada.
Mª. Dolores Camacho
lunes, 28 de marzo de 2022
OCTOGÉSIMO ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE MIGUEL HERNÁNDEZ
Al final de la Guerra Civil Miguel Hernández fue encarcelado por la dictadura de Franco y murió en la enfermería de la prisión de Alicante aquejado de una infección pulmonar agravada por la tuberculosis con apenas 31 años.
En apenas 12 años, desde sus primeros versos hasta su muerte en marzo de 1942, Miguel encarna el grito lírico de la existencia cotidiana del hombre normal, del campesino, del hombre sobrecogido por la vida concreta. Como muestra de ello el estremecedor poema de la "Elegía a Ramón Sije":
«Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracoles
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida ,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida»
domingo, 27 de marzo de 2022
LOS AMOS DEL CIELO Y DE LA TIERRA (Mª Dolores Peña Rodríguez)
viernes, 25 de marzo de 2022
"UN CABALLERO EN MOSCÚ" (Amor Towles, 2019).
Nada más comenzar la lectura de “Un caballero en Moscú” nos damos cuenta de que estamos ante una novela escrita a la vieja usanza: personajes perfectamente definidos, diálogos con sustancia y una gran maestría para narrar situaciones cuanto menos insólitas.
Condenado por los bolcheviques en 1922, el conde Alexandr Ilich Rostov evita ser fusilado gracias a un poema escrito diez años antes. Debido a esta circunstancia, se le conmuta la pena de muerte por un arresto domiciliario inaudito: tendrá que pasar el resto de su vida en el hotel Metropol, centro neurálgico de la sociedad rusa y máximo exponente del lujo y la decadencia que el régimen soviético intenta erradicar.
A lo largo de casi tres décadas, Rostov, intelectual refinado, se relacionará con todo tipo de personajes en el hotel mientras fuera de él transcurre una de las épocas más agitadas de Rusia. Con abundantes referencias a personajes históricos y situaciones reales, el autor pinta un detallado cuadro de la sociedad rusa bajo el mando de Stalin dominada por la censura, el miedo y los cambios imprevisibles.
Rafael Guillén
Sobre el autor:
Amor Towles (Boston, 1964) se graduó en la Universidad de Yale y completó estudios de posgrado en Literatura Inglesa en Stanford. Su primera novela "Normas de Cortesía" (Salamandra, 2012), traducida a mas de quince idiomas fue considerada como uno de los mejores libros de 2011. La acogida del público se multiplicó con la publicación de su segunda novela " Un caballero en Moscú", que escaló hasta el primer puesto en la lista de "The New York Times" y de la cual se han vendido más de un millón de ejemplares hasta la fecha. Este éxito definitivo ha permitido a Towles abandonar el mundo de las finanzas y dedicarse a escribir a tiempo completo.
Ficha bibliográfica:
Título: Un caballero en Moscú ( "A gentleman in Moskow")
Autor: Amor Towles
Editorial: Salamandra
Año: 2019
Páginas: 509
martes, 22 de marzo de 2022
ES OTRO TIEMPO (Carmen Soto)
ES OTRO TIEMPO
CENTÉSIMO VIGÉSIMO ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE GEORGE ORWELL (1903-2023)
George Orwell, seudónimo de Eric Blair, nació en Motihari (India) el 25 de junio de 1903, falleciendo en Londres el 21 de enero de 1950. E...
